En la década del cuarenta el movimiento de teatro independiente, que comenzó en 1937 con Teatro del Pueblo, había adquirido una considerable actividad dentro del ámbito teatral uruguayo. El director Eduardo Malet concibió la idea de organizar un teatro que trabajaría en el subsuelo del Ate- neo de Montevideo, inspirado en el sistema de escena circular. Obtenido el local se constituyó un grupo de teatristas que, al estilo de la época, desempeñaban varios oficios además de los artísticos, empezando por diseñar y construir el nuevo teatro. Finalmente el 16 de diciembre de 1954 Eduardo Malet, Hugo Mazza, Gloria Levy, Salomón Melamed, Manuel Campos y Eduardo Prous, entre otros, haría realidad la inauguración del Teatro Circular de Montevideo creando un nuevo espacio que conmovió al incipiente movimiento teatral con su característica forma que lo ha identificado como uno de los pocos en el mundo. En un primer momento concitó la crítica de alguna gente de teatro porque no se tenía en cuenta la “cuarta pated” y el actor daba la espalda al público rompiendo con todas las normas estéticas de la época. A propósito de ello Hugo Mazza decía: “Maletse inspiró en EE.UU. para hacer el primer Teatro Circular en América del Sur. Los espacios circulares que vio allí lo deslumbraron. A su regreso de Europa encontró la posibilidad gracias a Reyna Reyes del Circular en el Ateneo. Yo había quedado dirigiendo en el Anglo al Montevideo Players; ahí conocí a un inglés, el señor Frank Miller, que se ofreció para prestarnos el dinero. En 1954 Miller me presta el dinero. Carlos José Clémot y Justino Serralta (alumnos de Le Corbussier) fueron quienes hicieron el diseño del Teatro: se calculó que se necesitaban unos 12.000 pesos. Le llevé a Miller los planos y le conté cuáles eran mis planes. Me escuchó muy atento; luego me dijo: “llegaste tarde, tengo que ir a comer, vení mañana a buscar la plata”. Y así fue: al otro día me dio el dinero; nunca pidió recibo, ni fijó fechas de pago, ni intereses; sólo un apretón de manos.
Y así fue como creamos Teatro Circular. Malet consiguió el local, yo el empréstito y lo realicé, E. Prous ofició de carpintero y Gloria Levy colaboró en forma permanente. A $ 1,50 le entrada se le fue devolviendo de a poco a Miller hasta que el éxito de “Isabel Collins” permitió liquidar la deuda, dos años después. El símbolo de la silla fue creado por aquel entonces, símbolo que se publicara en un libro inglés, y que nos distingue como Teatro Circular”.
Pero aunque la apertura del Teatro Circular fue una innovación para el Uruguay de aquella época tenía antecedentes muy antiguos que venían de las primeras representaciones del ceremonial religioso: los Ditirambos de las fiestas Dionisíacas, los autos sactamentales del medioevo, la Comedia del Arte, cierto teatro Oriental y no muy lejos en el tiempo pero con características diferentes, el que representaban en su circo los hermanos Podestá en el Río de la Plata.
Incluso ya existían en Estados Unidos desde 1914, mucho antes de que los descubriera Malet, un pequeño número de teatros circulares llamados “Circus Theater” o “Arena Stage”. También en la entonces Unión Soviética, desde 1917, Eiseinstein y Stanislawsky harían uso de este tipo de espacios durante los iniciales intentos del teatro de masas.
En sus primeros dos años Teatro Circular realizó con entusiasmo doce obras y en esa ágil búsqueda surge, en 1956, su primer éxito: “El caso Isabel Collins” de Elsa Shelley, con dirección de Hugo.
En los años 60 y como reflejo de lo que venía ocurriendo en el mundo, se produce un cambio en las costumbres y creencias de los uruguayos.
Se inicia una etapa de formidables experiencias como la Carpa de la Federación Uruguaya de Teatros Independientes (FU.T.I.), a la que El Circular se integró, lográndose una continuidad de espectáculos y concurrencia masiva como nunca antes había tenido lugar
En 1967 se funda la Escuela de Arte Dramático de Teatro Circular que con la colaboración de los mejores docentes del medio ha venido preparando, generación tras generación, artistas en todos los rubros bajo la consigna de que un actor o una actriz debe ser, ante todo, un hombre o una mujer “de teatro”. Para el Circular la educación se basa en la búsqueda; el resultado es la elevación de la calidad en beneficio de la Institución y del ámbito artístico uruguayo en general. En la actualidad la investigación en torno a las posibilidades expresivas del cuerpo humano y en relación al texto dramático son una realidad permanente.
Siguiendo este concepto y con el objetivo de alcanzar un auténtico Teatro Nacional que reflejara nuestra identidad, en 1971, el director Omar Grasso propone un nuevo espacio de formación al que se llamó “Seminario de dramaturgia”. Esta fue una intensa experiencia que por el camino “under” resultó un importante incentivo y lugar de superación de muchos artistas que trabajaron durante casi una década sobre diversas técnicas de improvisación e investigación dando lugar a un verdadero laboratorio en el que se estudiaron y practicaron los resortes más íntimos del hecho escénico. Muchos de los participantes de este seminario continúan aportando hasta el presente a la estética nacional
Después vinieron las dictaduras y mi generación ha quedado marcada por los años del horror en América Latina. Primero trabajamos para modelar un mundo mejor, después para luchar contra algo y ahora todos estamos en la tarea de luchar contra el escepticismo y la desesperanza…
.. Una vez un director ruso me dijo: “Usted lo que está buscando es el país de los artistas y ese país no existe en ningún lado, porque ese territorio de seres solidarios, de vinos y amores, de poetas trasnochados, es un territorio literario que siempre va a estar en su imaginación…” Pero al otro día cuando nos despedimos me agregó: “Por favor, siga buscándolo. Yo lo he hecho hasta el día de hoy. No importa que no lo encuentre. Lo importante es que lo busque.”
Y en esa búsqueda estaba Omar y nos contagiaba. Y en eso estamos.
Durante el período de la dictadura militar que sufrió el país entre 1973 y 1984 esta Institución se adaptó a la nueva situación y poco a poco fue ganando espacios y logrando poner en escena un repertorio bien elegido que la convirtió en un bastión de la resistencia.
Tras el golpe y cierre de El Galpón se produce el acercamiento de algunos de sus integrantes a las filas del Circular, Incluso la Escuela de Arte Dramático de esta institución absorbió a muchos estudiantes de aquella, que luego fueron destacados integrantes. Dando lugar a una larga serie de espectáculos memorables, tal los casos de Miriam Gleijer, Rosita Bafico, Norma Quijano y Catlos Banchero entre otros.
En el negro entorno de los años setenta hicimos juntos una inolvidable experiencia, convocando con nuestra propuesta artística a un público numeroso y ferviente al que se le había querido prohibir el derecho a reunirse, a pensar, a divertirse. JORGE CURI, octubre de 2004